Toca hablar de redes sociales. Un ámbito donde nuestra compañía vive una extraña dualidad. Por un lado, debemos trabajar con conocimiento y pasión para desarrollar los canales sociales de nuestros clientes. Por otro, el sentimiento de que no solo nos han convertido a todos en un producto, sino también en títeres al servicio de los dictadores de la estulticia.
La gran nevada apagó el eco en España de uno de los hechos más graves y peligrosos para todos los países democráticos desde los atentados del 11 de septiembre. El asalto al Capitolio, símbolo universal de la democracia tal cual la entendemos, fue tomada por una turba de fanáticos azuzados y conectados a través de diferentes redes sociales. Pero no es ese el aspecto en el que nos queremos centrar ni vamos a hacer un post para alumbrar el conocimiento de Parler y similares.
Esos días, leímos y escuchamos por doquier que las principales redes sociales habían sentado un peligroso precedente al cerrar el perfil personal Donald Trump, en esos momentos todavía Presidente de los Estados Unidos. Todos los medios sectoriales -faltaría más- y muchos de los grandes medios de comunicación generalistas, cuestionaban con mayor o menor colmillo que Facebook y Twitter hubiesen decidido cerrar unilateralmente el perfil del inolvidable dirigente.
Aunque tarde, porque en esos días no habíamos estrenado este blog, nos sumamos a ese sentir general y condenamos enérgicamente que se diera ese paso sin ni siquiera haberlo monetizado previamente modificando el algoritmo. No entendemos cómo uno de los instrumentos más poderosos jamás creados para la censura, la propaganda, la vigilancia, trinidad a la que podrían añadirse la difamación, la intolerancia y el linchamiento, territorio propicio para insolventes morales e intelectuales, para narcisistas patológicos, pueda ser utilizado para vetar y apagar la voz de uno de los principales ejemplos de todo lo anterior.
Creado el monstruo nos alarmamos cuando se comen a uno sus Kraken de turno. Pero, ¿qué son las redes sociales en verdad? Un negocio que por cada aportación benéfica que han hecho a la humanidad hay cien daños colaterales a las que nada ni nadie parece ya poder poner coto. Si ese es un camino sin retorno, al menos que como cualquier empresa contaminante, se legisle para que tomen todas las medidas para evitar que los desechos que día a día se vierten en ellas no impregnen impunemente a otras personas, empresas, organizaciones que participan de la fiesta creyendo que en verdad están invitados.
Gracias Donald. Al final de tu mandato conseguiste cerrar tu muro.